El Ataque Cerebro Vascular (ACV) es una patología muy importante y grave. Es la primera causa de discapacidad en adultos y es una causa importante de mortalidad. En Argentina, mueren más de 18.000 personas cada año a raíz de estos ataques.
“El ACV es la manifestación clínica de una alternación del flujo sanguíneo cerebral, que se presenta en dos tipos: isquémico y hemorrágico. El ataque cerebral isquémico es el que se genera porque el flujo sanguíneo se altera por la obstrucción de una arteria y, en consecuencia, deja de llegar sangre a un área del cerebro. Por su parte, el hemorrágico es el que se produce por la ruptura de una arteria, generando un sangrado”, explica el Dr. Gabriel Persi, neurólogo especializado de INEBA.
Los ACV isquémicos se producen por diversas causas. Una de ellas es la patología de las arterias. Las mismas se pueden ir obstruyendo por depósitos de colesterol, producto de tabaquismo o sedentarismo, o mismo por alimentación inadecuada, diabetes u otras enfermedades que no están siendo debidamente tratadas. En algunos casos, estas arterias pueden generar coágulos en su superficie y liberarlos en la circulación, obstruyendo arterias más pequeñas.
Una causa especial es la fibrilación auricular, una alteración del ritmo cardíaco que al no hacer contracciones efectivas produce un paso más lento de la sangre de la aurícula al ventrículo, generando pequeños coágulos que pueden liberarse a la circulación sanguínea y llegar al cerebro. “Es importante reconocer esta enfermedad porque puede darse sin ningún otro síntoma. Una forma de detectarlo es evaluando el pulso, que más allá de rápido o lento, debe ser con intervalos regulares. Si el ritmo es irregular puede generar un ACV, aunque si se detecta a tiempo, es una condición sumamente tratable”, comenta Persi.
Por su parte, en los ACV hemorrágicos suele haber una alternación de la anatomía vascular. Una causa importante de ellos son los aneurismas, pequeñas dilataciones de las arterias que van creciendo con el tiempo y se van haciendo cada vez más finas (como si fueran un globo). Eventualmente uno de estos aneurismas puede romperse y producir un sangrado.
“A veces no hay un aneurisma, sino que ocurren otros procesos. Por ejemplo, la hipertensión puede ir cambiando la estructura de las paredes de las arterias microscópicas en la parte interna del cerebro, volviéndolas más rígidas y haciendo que se deformen hasta romperse. Otra causa importante son las malformaciones arterio-venosas, que son comunicaciones anómalas entre arterias y venas, las cuales ejercen presiones alteradas en el sistema venoso y generan rupturas”, agrega el especialista.
Es importante darse cuenta cuando una persona está teniendo un ACV para poder asistirla o bien uno mismo, para dirigirse rápidamente a un centro de salud y recibir el tratamiento adecuado.
Hay señales importantes de que está sucediendo, tales como la cefalea (un dolor de cabeza muy intenso, diferente a las molestias habituales), la dificultad para caminar, la debilidad en la mitad del cuerpo, trastornos para ver, dificultad para hablar, alteración de la conciencia o coordinación, falta de sensibilidad en la mitad del cuerpo. “Todos estos son síntomas habituales y se presentan de forma súbita. Al ser el resultado de una obstrucción o ruptura de una arteria se dan de repente y no dan avisos previos”, acota Persi.
Prevención del ACV
Para prevenir la obstrucción de arterias o el desarrollo de aneurismas, entre otros factores que pueden desatar un ACV, es importante mantener hábitos saludables. “Hay que cuidar y tratar la hipertensión, la diabetes o la fibrilación auricular. Con estos diagnósticos, la persona debe hacer el seguimiento médico”, explica el neurólogo de INEBA.
La mala alimentación - con mucha grasa animal y pocos vegetales - favorece la enfermedad arterial, al igual que la poca actividad física y la obesidad. Una dieta con gran cantidad de fruta y verdura, la actividad física regular y el mantenimiento de un peso adecuado; además de tener valores de presión arterial y azúcar en sangre normales y realizar evaluaciones de salud general, son medidas apropiadas para prevenir el ataque cerebral.
A su vez, hay que evitar fumar o el contacto con el tabaco, el consumo de alcohol en exceso y las drogas ilícitas. Las infecciones recurrentes también favorecen el ACV, como también el mal estado dental y los ronquidos, que en ocasiones pueden ser producto de alteraciones respiratorias que favorecen el mal manejo de la presión arterial y otros factores que pueden generarlos. Por su parte, los hábitos melancólicos, como la depresión, también pueden ser detonantes.
“Es importante saber que el ACV es una emergencia y que debe actuarse rápido. No hay que esperar a ver si los síntomas mejoran. La mayoría de estos ataques puede prevenirse con buenos hábitos de vida. Además, en caso de que ocurran, los mismos tienen tratamiento. La elección de la terapéutica dependerá del tiempo transcurrido entre el episodio y la atención médica hasta que es atendido, el tipo de ataque y las condiciones de salud generales del paciente. Pero es importante resaltar que cada vez hay más opciones de tratamientos y las secuelas pueden rehabilitarse. La persona puede recuperarse y continuar su vida luego de un ataque cerebral. Hay mucho que se puede hacer para disminuir su impacto”, concluye Persi.
Para ver la presentación completa en el Video
Fuente: INEBA
INEBA 2024 - Todos los derechos reservados