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Día Mundial del Corazón y Covid 19

La enfermedad cardiovascular, una cosa de jóvenes

La mayoría de los fallecidos por COVID-19 presentan comorbilidades vinculadas al corazón

 


La pandemia de COVID-19 está teniendo un impacto generalizado en la salud y revelando la vulnerabilidad particular de las personas con afecciones subyacentes.


Al momento varios informes señalan que la mayoría de los pacientes que murieron en el hospital por COVID-19 tenían comorbilidades, siendo las más prevalentes hipertensión, diabetes tipo 2 y cardiopatía isquémica.


“La prevención y el control son importantes siempre, incluso en el contexto de una pandemia. Las enfermedades no transmisibles (ENT), son factores de riesgo principales para pacientes con Coronavirus. Por esto es sumamente importante no abandonar los chequeos o bien el seguimiento clínico en pacientes con patologías o factores de riesgo cardiovasculares (FRC). Sin un manejo adecuado, las condiciones crónicas pueden empeorar debido a situaciones estresantes resultantes de restricciones, situaciones económicas inciertas y cambios en los comportamientos normales de salud”, explica el Dr. Carlos Reguera, médico cardiólogo y Jefe del área de Medicina Preventiva y Cardiología de INEBA.


Al igual que con otros servicios de salud y programas preventivos, el postergar las citas y los chequeos médicos de rutina puede alterar el óptimo manejo de las ENT, mientras que el distanciamiento físico, el acceso restringido a las unidades de atención primaria de salud, farmacias y servicios comunitarios, junto con una reducción de los enlaces de transporte, interrumpen la continuidad de atención a pacientes con enfermedades no transmisibles.


Esta interrupción de los servicios de salud y suministros médicos de rutina corre el riesgo de aumentar la morbilidad, la discapacidad y la mortalidad evitable con el tiempo en pacientes con ENT.


“Las Unidades Coronarias (UC) están despobladas en nuestro país. La hipótesis es que los infartos siguen ocurriendo con la misma incidencia, pero el pánico al virus hace que el paciente se quede en su casa, en muchos casos con riesgo de morir de una enfermedad cardiovascular. Es importante que la población entienda que la pandemia del coronavirus no debe impedir que las personas con problemas cardíacos busquen atención médica. Aunque los pacientes con enfermedades cardíacas no tienen un mayor riesgo de contraer coronavirus, los que se enferman sí son más propensos a presentar síntomas, en relación a los que no padecen condiciones del corazón”, argumenta el Dr. Hernán Provera, médico cardiólogo y Jefe del Área de Riesgo Cardiovascular de INEBA.

 


La enfermedad cardiovascular, una cosa de jóvenes


La enfermedad cardiovascular comienza a desarrollarse a muy temprana edad aunque se manifiesta varios años después, sobre todo si no se controlan los FRC. Algunas citas advierten que el 20% de los menores de 30 años tiene las arterias más rígidas de lo esperable para su edad. Esta rigidez es un predictor a largo plazo de infartos, accidentes cerebrovasculares, trastornos cognitivos o insuficiencia renal.


Como esta problemática sanitaria va en aumento, más allá del contexo de pandemia, los cardiólogos recomiendan como primer medida modificar los FRC. Este es el modo de sortear el desarrollo o aparición de patologías cardiovasculares. “La prevención es tan eficaz que si disminuimos los factores de riesgo sería posible evitar cerca del 80% de las enfermedades cardiovasculares”, comenta Reguera.


Para evitar las enfermedades cardiovasculares hay que actuar y controlar factores como la hipertensión arterial, las dislipemias (niveles elevados de colesterol o grasas en sangre), el sobrepeso y la obesidad, el tabaquismo, la diabetes, el sedentarismo y el estrés.

“Adoptar ciertos hábitos saludables puede hacer una gran diferencia. Las personas que logran seguir estas pautas no solo viven más, sino que lo hacen en mejores condiciones, es decir, con una mejor calidad de vida. Debemos pensar en progreso y no en perfección, recompensándonos por cada paso positivo logrado”, relata Provera.


El mayor desafío es cambiar los hábitos en pacientes adultos. Ellos no los modifican fácilmente, aun sabiendo que están enfermos. Es por eso que trabajar en educar y prevenir desde temprana edad sería una medida mucho más eficiente, ya que los niños son fructíferos y pueden adaptar hábitos saludables desde los tres años de vida.


Fuente: INEBA

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